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Seriadas

  • Foto del escritor: Ángela Fdez. de Diego
    Ángela Fdez. de Diego
  • 20 oct 2019
  • 5 Min. de lectura

En los últimos años el auge en la producción de series de televisión protagonizadas por mujeres o dirigidas hacia ellas es evidente. El modelo podría encontrar a su pionera en Sex and the city, exitosa serie estadounidense de 1998, conocida en España como Sexo en Nueva York, que cuenta la historia de cuatro mujeres exitosas, solteras e independientes y sus aventuras amorosas y sexuales. Fue una auténtica revolución y rápidamente marcó tendencia en el universo femenino de la televisión.


Un año antes, en 1997, se emitía el primer episodio de Buffy Cazavampiros, aclamada por la crítica y considerada por el público como una de las mejores ficciones para televisión. Buffy es una heroína que protege al mundo del mal, por eso los últimos análisis de esta serie apuntan a un personaje principal marcado por el feminismo, algo muy novedoso para la época en este tipo de producciones.


Quizá todo se afianzó con Las chicas Gilmore, una comedia dramática que nacía en el año 2000 y hablaba sobre la familia y la amistad. Cuatro años después se estrenaría Mujeres desesperadas y conoceríamos The L Word, una sorprendente historia cómica desarrollada en Los Ángeles sobre un grupo de amigas que comienzan a entablar relación con un círculo de activistas lesbianas.


En el 2007 aparece El diario secreto de Hannah, serie británica sobre una joven que lleva una doble vida: por el día trabaja en un despacho de abogados y por la noche es prostituta de lujo. De esta idea surgirá en 2016 la estadounidense Girlfriend experience o la también británica y aún más reciente Harlots: Cortesanas (2017), un drama ambientado en el Londres del siglo XVIII sobre dos burdeles enfrentados.


De época es Jamestown (2017), una historia sobre la llegada de los primeros ingleses a la América colonial, de los creadores de la afamada Downtown Abbey (2010), un drama familiar sobre las dos primeras décadas del siglo pasado desarrollado en Reino Unido. Godless (Estados Unidos, 2017) es un western ambientado en un pueblo en el que solamente hay mujeres porque todos los hombres han fallecido tras un accidente en la mina. Serán ellas quienes se las tengan que ver con todos los peligros que llegan al lugar.


En 2009 se estrena en Estados Unidos un drama político llamado The good wife que todavía hoy sigue cosechando éxitos y que sirve de base para la creación de otras historias de intriga política con mujeres como protagonistas como Borgen (Dinamarca, 2010), Veep (Estados Unidos, 2012) o Ingobernable (México, 2017).


La tendencia más extendida en cuanto a series de mujeres se refiere suele ser el género de la comedia romántica, en la que se presenta a mujeres trabajadoras en puestos de responsabilidad pero siempre en inferioridad con respecto al hombre. Son protagonistas sensibles y entregadas, bellas y jóvenes, siguiendo unos estereotipos que las llevan a conseguir el éxito en el amor, en el ámbito profesional y personal.


Lo habitual es sexualizar el cuerpo de la mujer con el objetivo de convertirlo en un reclamo. Se repiten los mismos procedimientos que señalaba Laura Mulvey en su artículo "Placer visual y cine narrativo" (1975), por el que la mujer es el objeto de la mirada y el hombre el sujeto, por eso el hombre actúa a menudo como el conductor de la acción principal y la figura femenina es añadida como un simple adorno.


Con todas estas características rompen drásticamente las estadounidenses New girl (2011), Girls (2012), Jane the virgin (2014), Insecure (2016), Better things (2016), Smilf (2017), She's gotta have it (2017), The Bold Type (2017) o Girlboss (2017). En Europa surgen también series pertenecientes a esta corriente como puede ser la británica Fleabag (2016). Muestran madres solteras, mujeres jóvenes que no aspiran más que a ser independientes, sin intención de tener hijos o pareja estable, mujeres racializadas, mujeres nómadas que disfrutan abiertamente de su vida sexual y de sus amistades. Son libres para hacer y desear lo que quieran. Representan, en parte, la liberación de los estereotipos clásicos que acarreaba la mujer en la pequeña pantalla.


Se diferencia de las anteriores Grace and Frankie (Estados Unidos, 2015), una comedia sobre dos mujeres de más de setenta años a las que sus maridos abandonan tras desvelarles que son homosexuales y están enamorados. La serie cuenta las diferentes etapas por las que van pasando estas mujeres para superar el duro golpe que desmorona unas vidas que ya creían consolidadas.


El drama o thriller enfocado hacia las historias de intriga o combinado con la ciencia ficción o los relatos de terror psicológico funciona muy bien si es protagonizado por una mujer. Y en este sentido también podemos encontrar incontables ejemplos en la industria televisiva: Pretty Little Liars (Estados Unidos, 2010), Orphan black (Canadá, 2013), Jessica Jones (Estados Unidos, 2015), Queensugar (Estados Unidos, 2016), Gypsy (Estados Unidos, 2017) o Killing Eve (Estado Unidos, 2018).


Es habitual en los últimos años la tendencia de las producciones televisivas a situar las historias de sus series en décadas pasadas que forman parte del recuerdo reciente de su melancólico público objetivo. Es este el caso de la estadounidense Glow (2017), una comedia dramática desarrollada en los 80 sobre un grupo de mujeres cuyos destinos se encuentran en un intento por buscar una vida mejor. Otras propuestas ambientadas en épocas pretéritas pueden ser Good Girls Revolt (Estados Unidos, 2016), un drama en los años 60 sobre la lucha feminista dentro del sector periodístico o Call the midwife (Reino Unido, 2012) sobre la importancia de las comadronas en los años 50.


Entre las series de mayor éxito internacional de los últimos años podemos encontrar un buen puñado de producciones protagonizadas por grupos de mujeres en muy diversas situaciones. Muchas de ellas han servido de modelo para el desarrollo de proyectos similares en varios países europeos. Por ejemplo, es innegable la inspiración que la afamada Orange is the new black (Estados Unidos, 2013) supuso para la española Vis a vis (2015), ambos dramas carcelarios protagonizados exclusivamente por grupos de mujeres muy heterogéneos.


Un drama carcelario es también la canadiense Alias Grace (2017), una historia basada en hechos reales. Muy destacable es la triunfadora The Handmaid's Tale (2017), una adaptación de la novela de Margaret Atwood que sorprendió incluso a la autora por su verosimilitud. Una historia distópica y dramática con la implantación de un régimen totalitario en Estados Unidos sobre las bases de un estado teocrático. El mismo año en el que se estrenaron estas series también vio la luz Big Little Lies, un drama protagonizado por tres mujeres muy diferentes que abordará temas como la amistad, el acoso escolar, la violencia de género o los abusos sexuales.


A pesar de los nuevos enfoques y el significativo avance en el trato a la mujer en las series, aún se sigue arrastrando la aplicación de estereotipos muy afianzados que encuentran sus bases en el sistema patriarcal.


Lo claro es que las series de mujeres suponen un filón importante para la industria televisiva actual. Son series protagonizadas por ellas y dirigidas a ellas, lanzadas, la mayoría, a través de plataformas online que permiten su consumo en todo el mundo. Así, estas producciones suponen el modelo a seguir para la creación de proyectos muy similares en las diferentes industrias nacionales. La pregunta es hasta qué punto han invadido estas historias nuestro imaginario colectivo.



Big Little Lies
Big Little Lies

 
 
 

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