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  • Foto del escritorÁngela Fdez. de Diego

Mamut

Es tan desgarrador que devasta. Admito que me llamó la atención por su provocación inicial. Me fue ganando poco a poco. Parece comprensivo al principio. No tiene prisa, despierta alguna sonrisa y genera adicción, más apetecible que enfermiza. Avanza con una naturalidad salvaje. Es como si se dejase llevar. La sensación me resulta indescriptible. Lo intento. No es un espejo, pero es una vida que te pasa por delante. Con la misma edad, es difícil no intentar ponerse en su pellejo. Incluso desearlo. Quién no ha pensado alguna vez dejarlo todo atrás para ir en busca de la relajación que aguarda a la aventura. Es una revelación, dicen. Temo que el inmenso vacío que queda se rebele contra mí. Me dan miedo las ideas regadas en toda su historia. No quiero acostarme sin despojarme de toda la reflexión que sea capaz de escupir. Miro las palabras y no me reconozco en ellas. No veo nada dentro. La falta de significado me insulta y me culpa. Con ese dedo, que es el mío, que es el peor y que no sirve de nada. Maldigo el sentimiento que tanto me atormenta. Por todo. De nuevo el pánico. La inquietud. Una espera tensa por nada y una tristeza inabarcable por mirar a un futuro que no existe, que está por dibujar, que amenaza con su quietud. Estoy asustada. Condenso la ansiedad hasta en el más mínimo detalle. El cursor que no cesa en su parpadeo. No es la primera vez, y ha pasado poco tiempo, aunque en la otra ocasión ni siquiera fui capaz de describirlo. Un amor. Pienso en cómo sería yo en esa versión que, supongo, todos tenemos. No confío en mi valentía. No encuentro atrevimiento. Sí que hallo semejanzas que me revuelven, que no quiero ver. Lo tapo con otras cosas hasta que mi cuerpo no es capaz de esconderlo y todo él grita basta sin saber a quién reclamar por tanto daño. El aprendizaje llega después. Si no se le adelanta el olvido. Queda un poso de insatisfacción al que no me acostumbro. Volveré a caer porque en el fondo todos buscamos esa incomodidad. La justa y necesaria que permita comprobar que hay reflejos de nuestras desgracias en las vidas ajenas, aparentemente perfectas, posiblemente felices, a pesar de todo. Cuando intentas encontrar significados a toda costa, todo coincide si tu mente colabora. ¿Por qué ese símbolo? ¿Por qué ese animal? No logro verlo si no es pintado en color rojo, con una mancha en su interior. Una forma perfecta que no admite un juicio mayor. Pienso que ya no existe, que no es real. Quizá eso también signifique algo. Quiero que me traspasen todas las ideas, admitir que no lo entiendo y aferrarme a la tranquilidad de quien ni lo sabe ni quiere descubrirlo. Voy a cerrar todas las ventanas para que la oscuridad me proteja. Dejaré que las palabras que no quieren salir se calmen hasta poder significar. Me resguardo en las de otras mujeres que sí saben cómo compartirlo. Creo que está bien saber lo que no se quiere. No es tan fácil encontrar lo contrario. Me faltan recursos. Seguiré buscando donde siempre. Toda la inspiración está enfrente. En el desgarro y la devastación. En lo cotidiano. En lo salvaje.




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