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Nolite te bastardes carborundorum

  • Foto del escritor: Ángela Fdez. de Diego
    Ángela Fdez. de Diego
  • 14 may 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 6 abr 2020

La última temporada de El cuento de la criada dejó bastante que desear con respecto a la primera, sin un rumbo muy claro no hizo más que recrearse en la violencia más explícita y descubrir las venganzas y castigos más salvajes que se puedan imaginar. No sé qué pensará Atwood, pero poco después del estreno de la esperada tercera temporada (quizá algo más reveladora y más parecida a la primera, basada en la novela original), se podrá leer la continuación de la autora canadiense. La nueva novela se llamará The testaments y no se pone en duda que será maravillosa.


Cuando descubrí la serie y me fasciné con la primera temporada, fui corriendo a por el libro para saber qué iban a contar en la esperada segunda parte. Y como no podía ser que representasen el final que la autora decide en el texto, hubo que resignarse a esperar a ver qué querían contar después. Y no contaron demasiado, alargaron la agonía hasta una tercera temporada con la que muchos esperan reconciliarse.


Se llenaba hace meses internet de infinidad de artículos que recopilaban las historias de espectadores que, quizá muy susceptibles, aseguraban no poder seguir viendo la serie porque hería su sensibilidad. Pues creo que vemos cosas bastante más desagradables diariamente en televisión y a través de otros medios. El problema es que no todas son ficción y esa es precisamente la reivindicación de esta historia. Desde el filtro de una ficción utópica y futurista se abordan las problemáticas reales que están en constante debate en nuestra sociedad.


Esta es una pura reivindicación latente de la sociedad actual con el pretexto de la ficción televisiva de éxito, las caras conocidas, las grandes actuaciones, la impresionante puesta en escena, lograda iluminación y escenarios… Si logramos encajar en lo que parece imposible que ocurra, quizá sea porque no es tan imposible. Hay detalles diarios que nos acercan cada día un poco más al autoritarismo que ya creíamos superado, a una teocracia que nunca significa futuro, a una sociedad que deja mucho que desear.


La serie es fantástica, seguramente se supere. Pero con el listón tan alto, no es de esas que supere al libro, y probablemente Atwood (tan visionaria como Orwell) volverá a brillar. Atwood consigue hacernos ver el miedo que da el individualismo, el culto personal, el no querer mirar a los demás, alrededor. La soledad es una de las protagonistas del relato e insiste en la necesidad de que, alguien, al otro lado, lea. Leyendo y tomando nota de todo lo que hemos de aprender.


“Al contarte algo, lo que sea, al menos estoy creyendo en ti, creyendo que estás allí, creyendo en tu existencia. Porque al contarte esta historia logro que existas. Yo cuento, luego tú existes.” The Handmaid’s Tale, Margaret Atwood.

La presencia de alguien al otro lado de la historia es necesaria para que en alguna mente se esté imaginando un mundo acechante y peligroso. Nos enseña a estar alerta, a no bajar la guardia, a no conformarnos, a no dejar de luchar ni un solo instante por lo que creemos justo aunque muchos lo ridiculicen, a no rendirnos nunca.


En un mundo anquilosado sigue siendo necesaria esta historia. Igual que sigue siendo necesario que haya mujeres que escriban sobre mujer y nos desacostumbremos a leer mundos de hombres escritos por hombres e historias de mujeres imaginadas también por hombres, en una especie de monopolio masculino del mundillo editorial.


Nolite te bastardes carborundorum es algo así como "no dejes que los bastardos te destruyan", aunque las traducciones varían en torno a esta frase, la idea es clara, siempre hay alguien que se beneficia de las peores condiciones del otro. Por todo lo dicho anteriormente, hay que rebelarse contra todo eso.



 
 
 

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