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Nakba

  • Foto del escritor: Ángela Fdez. de Diego
    Ángela Fdez. de Diego
  • 6 may 2019
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 1 jul 2019

6 de mayo de 2019. A primera hora de la mañana escucho rápidamente en los informativos la crónica espectacularizada del recrudecimiento de los ataques entre Israel y Gaza. Pienso en la poca implicación del mundo tras tanto tiempo de conflicto, tras tanta barbarie. Pienso también en la desinformación al respecto. Y en la injusticia. Me indigna más la injusticia cometida al beneficiar a unos que los ataques indiscriminados contra los otros, a los que parece que nos hemos acostumbrado, etiquetándoles como el bando oprimido de otro enfrentamiento cualquiera.


Puede que sepamos qué está pasando, o al menos que tengamos reminiscencias de haber oído algo al respecto alguna vez en nuestras vidas. No será por lo que nos explicaban en las clases de historia. Pero si lo poco que conocemos nos llega a través de una información sesgada, entonces no nos podemos considerar informados. A modo de resumen, esta es la historia (que nunca es del todo objetiva) del conflicto árabe-israelí:


Con el holocausto nazi contra la población judía, repudiada por toda Europa, la emigración judía a Palestina aumentó de manera masiva tras la segunda guerra mundial, lo que generó los primeros asentamientos y confrontaciones con la población árabe residente en el lugar.


En 1947 se crea el Plan de las Naciones Unidas para la partición de Palestina con el fin de repartir el territorio en un Estado árabe y un Estado judío. El 14 de mayo de 1948 se proclamó el Estado de Israel, hecho que hizo estallar inmediatamente la primera Guerra Árabe-Israelí, que terminó con el triunfo israelí y el levantamiento de revoluciones antioccidentalistas en el mundo árabe, cuya más destacable representación fue la llegada de Nasser a la presidencia egipcia, quien en 1956 decretó la nacionalización del Canal de Suez, un punto estratégico para muchos otros países y potencias.


Los problemas derivados de esta decisión durarán hasta 1967, cuando estalla la Guerra de los Seís Días, en la que Israel derrota a los árabes ocupando los Altos del Golán, Cisjordania, Jerusalén y la Península del Sinaí, territorios pertenecientes a Siria, Jordania y Egipto.


En 1973 se desata la Guerra de Yom Kipur entre Israel y los países árabes que querían recuperar los territorios perdidos en 1967. Tres años antes, en 1964, se había creado la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) liderada por Yasser Arafat, cuyo objetivo era la destrucción del Estado de Israel.


En 1975, con motivo de la guerra civil en Líbano, los ataques entre palestinos e israelíes se recrudecen. Los territorios ocupados por Israel (Gaza y Cisjordania) fraguan una revolución popular en 1987 conocida como Intifada, una pelea entre jóvenes palestinos armados con piedras y el ejército israelí. En 1988 se proclama en Argel la creación del Estado Palestino con Arafat como presidente. Palestina reconoce entonces la partición establecida por la ONU en 1947 pero reclama los territorios ocupados por Israel (Cisjordania, Gaza y Jerusalén).


En 1978 Israel firmó el Tratado de Paz de Washington y devolvió a Egipto la Península del Sinaí. Ya en 1993 se firmaron los Acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP, por los que se reconocían la autonomía de la Franja de Gaza y la creación de la Autoridad Nacional Palestina al año siguiente.


Lo que parecía el comienzo de un camino conjunto por la paz, no fue tal. En 1995 asesinaron al primer ministro israelí, un año después B. Netanyahu ganó las elecciones y frenó por completo los acuerdos de paz. Los ataques terroristas se sucedían en ambos bandos y en 2000 se produjo una nueva Intifada.


Desde 2002 se está llevando a cabo la construcción, por parte del Gobierno de Israel, de un muro de más de 700 kilómetros que separa los territorios israelíes de los palestinos, adentrándose profundamente en estos últimos para facilitar la creación de nuevos asentamientos. En 2005 Israel se retiró de Gaza y la administración del territorio pasó a manos de Hamas.


Desde 2012 Palestina es un Estado observador no miembro de la ONU. En 2014 se produjo un ataque israelí contra la Franja de Gaza que Israel justifica asegurando que se trata de una operación contra Hamas, organización considerada terrorista por la comunidad internacional. El resultado del ataque fueron más de 2 000 muertos, más de la mitad civiles.

Un par de niñas palestinas caminan de la mano al atardecer en la playa de la ciudad de Gaza, en Palestina. MOHAMMED ABED AFP

Hasta aquí el resumen histórico. Son muchos datos y muchos detalles, pero sirve para hacerse a la idea de cuál es el conflicto y quiénes son los agentes participantes. También resulta interesante saber que la idea del muro que todo lo separa no fue una iniciativa de Trump, tenía en quién inspirarse.


Ante la evidencia de la subjetividad informativa, una de las mejores formas de acercarse a esta realidad es a través de crónicas sobre el terreno, como las que escribió Vargas Llosa para 'El País' o a través de documentales, uno de los pocos accesos a los testimonios directos de la población. Algunos de los mejores son: 'Promises' (2001), 'Occupation 101' (2006), 'El corazón de Jenin' (2008), 'Lo que Israel no quería que viéramos' (2009), 'To shoot an elephant' (2009), 'Cinco cámaras rotas' (2011), 'The gatekeepers' (2012), 'Nacido en Gaza' (2014) o 'La tierra prometida' (2015).


Sin duda la dureza de las imágenes cala mucho más profundo que la de las palabras. Es inimaginable la situación por la que está pasando la población palestina actualmente. Algunos hablan ya de un Holocausto palestino. Los ataques contra la población civil son siempre injustos y desproporcionados. Como demuestran algunos de estos documentales, a menudo son los niños las victimas más afectadas, las representantes del dolor más cruel y del odio más prematuro. Mientras se siga sembrando la violencia, se recogerá el fruto del rencor y la venganza. En el caso de los más pequeños y de la población civil en general, su mayor culpa es haber nacido allí. También su mayor desgracia. La guerra únicamente sirve para destrozar el pasado, el presente y el futuro de todas las generaciones.


Los intereses de unos primarán siempre sobre la vida de otros mientras el resto no se involucre, mientras sigan sin preocuparse por nada. El mundo debería comprender de una vez por todas que ninguna vida vale más que otra, que ningún niño es culpable de nada, que las guerras no se sustentan sobre ningún argumento racional, que matar no soluciona diferencias, que sembrar violencia y dolor indiscriminadamente frena el avance de las sociedades.


En 'The Gatekeepers' vemos cómo jefes de la Shin Bet son capaces de decir prácticamente al unísono que la solución al conflicto es el diálogo. Este tipo de hipocresía no es válida cuando proviene de personas que han ordenado el lanzamiento de bombas y misiles, cuando han volado por los aires barrios enteros, casas, escuelas, hospitales... sabiendo que sus órdenes supondrían la muerte inmediata de cientos de civiles.


Todos podemos darnos cuenta de que no tendría por qué ser tan difícil salvar las diferencias que existen entre las diferentes culturas con el fin de preservar la paz y la convivencia multicultural en un lugar, que de una forma u otra, es importante para todos. Todos allí sueñan con un futuro en paz, un futuro lejos de la situación actual pero allí, en su tierra, en su país. Eso no es imposible, no debería ser un sueño sino una realidad. Mientras tanto, ese sueño les sirve para evadirse de la vida que se ven obligados a vivir.


Nakba es la palabra árabe que designa el éxodo palestino. Significa "catástrofe" o "desastre".


Este año Israel es el país organizador del Festival de Eurovisión, aclamado por la difusión de valores pacíficos y en favor de la convivencia a lo largo de toda su historia. El año pasado resultó ganadora la cantante Netta con una canción contra el acoso. Lo que sí que nos han enseñado es que a quien no predica con el ejemplo se le suele tachar de hipócrita. La integridad y la inviolabilidad de los derechos humanos más básicos son principios que, al menos para los ciudadanos de a pie, están por encima de cualquier interés supremacista.


No todo vale.

 
 
 

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