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Musas insumisas

  • Foto del escritor: Ángela Fdez. de Diego
    Ángela Fdez. de Diego
  • 17 mar 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 18 mar 2020

Hace unos meses leí un artículo de prensa por el que descubrí al grupo de creadoras ‘Las insumusas’. Su trabajo, sus ideas y su actitud irrebatible ante todo lo cuestionable de la sociedad me fascinaron tanto que al poco tiempo le dieron nombre a este blog. Los movimientos de esa sociedad se reflejan en el cine y en la televisión donde a veces una parte de la realidad queda oculta tras la cortina de lo políticamente correcto. Contra eso lucharon estas mujeres, conscientes de la necesidad de crear un legado con el que continuar la tarea.


Compartí ese artículo en mis redes sociales porque supuso un gran descubrimiento para mí. Y en poco tiempo aquel contenido había desaparecido de mi perfil como arte de magia. Escribí esto cuando me enteré de los motivos:


Me avisa Facebook de que dos de mis publicaciones infringen sus normas sobre desnudos y actividad sexual. Nadie las puede ver. Resulta que la primera publicación es un artículo de Elsa Fernández-Santos para El País titulado 'Las actrices que no querían ser musas' sobre una exposición del Museo Reina Sofía que repasa la historia del movimiento feminista en Francia. Lo que le molesta a Facebook es la imagen que lo acompaña, una fotografía de la película de Ulrike Ottinger, 'Freak Orlando', de 1981.

Y ya han aprovechado la ocasión para recordarme una publicación de julio de 2017 que en ese momento no molestó a nadie pero que ahora infringe sus normas. Era un artículo que ponía en evidencia la dura situación sufrida por quienes huyen del horror y se ven obligados a cruzar el Mediterráneo, con imágenes del fotoperiodista Santi Palacios.

Pues ya veis, quizá Facebook solo quiere enseñarnos cosas bonitas, así le daremos cada vez menos a los botones de 'me entristece' o 'me enfada'. A mi lo que me entristece y me enfada es que se censure en pleno 2019 el arte de los años 80 y se vete el trabajo de quien visibiliza una realidad muy cercana y muy difícil de aceptar.

Como esta gran red social no os lo va a mostrar, os invito a todos a echarle un vistazo a 'Las actrices que no querían ser musas' y si estáis por Madrid, a visitar la exposición, que de momento, en los museos, no vulnera ninguna norma.


Fui consciente en primera persona del efecto de la cortina de lo políticamente correcto, que ahora campa a sus anchas por los nuevos medios. La democratización del vídeo convirtió a Delphine Seyrig, junto a Carole Roussopoulos y Ioana Wieder, en activistas militantes en defensa de varias causas, en especial de la liberación de las mujeres. Y paradójicamente, resultó ser la democratización de la información lo que nos convierte a los demás en críticos y activistas.


Las estructuras de poder en las que se vio envuelta Seyrig como actriz y como mujer, nos atrapan también ahora a través del control de los contenidos a los que estamos expuestos. La que fue musa de la nouvelle vague, símbolo de la perfecta feminidad al protagonizar L'Année dernière à Marienbad, inició la reflexión colectiva dentro de la industria del cine, al igual que hicieron otras cineastas como Chantal Akerman, Marguerite Duras o Ulrike Ottinger. El vídeo fue para ellas la herramienta de emancipación artística que les permitió reivindicarse como mujeres libres.


“El vídeo, para mí, supuso la posibilidad de hacer cine sin tener que pedir nada a nadie, y sin técnico. (...) Para mí fue fantástico convertirme de repente en director: yo, que era actriz. (...) Fue una revelación, un placer enorme, una revancha incomparable contra el hecho de que me convocaran a las seis de la mañana para peinarme, maquillarme y rodar.”

Delphine Seyrig, 1983


En 1976 Delphine Seyrig rodó su documental Sois belle et tais-toi! , en el que diferentes actrices ponen de manifiesto su verdadero papel en la industria del cine. Seis años más tarde fundaría en París junto a Roussopoulos y Wieder, el Centre audiovisuel Simone de Beauvoir, un archivo audiovisual que documenta la lucha del feminismo transversal que llevaron por bandera y con el que llegaron a poner verdaderamente en entredicho el sistema imperante hasta el momento.


“Lo que me perturbaba es que la gente directamente afectada nunca tenía voz. Siempre hablaban otros por ellos: expertos que tomaban la palabra en su nombre, sindicalistas, etc. Mucha gente, y especialmente las mujeres, nunca hablaban por sí mismas.”

Delphine Seyrig, 1981


Apoyaban varias causas y acudían a las manifestaciones cámara en mano para rodar esos documentos. Se plantaron en defensa de la autonomía sexual de las mujeres, el aborto, el trabajo reproductivo, el trabajo sexual, el surgimiento del movimiento de liberación gay y lésbico y la mejora de la situación de las trabajadoras inmigrantes en Francia. Les prostituées de Lyon parlent (1975), de Carole Roussopoulos, es una de esas obras en las que muestran al mundo lo que los medios de la época no se atrevían a enseñar.


La causa palestina o la defensa de los presos políticos en España, Alemania o Latinoamérica fueron otras de las preocupaciones de este grupo de actitud antibelicista que también se opuso a la guerra de Vietnam. Junto a otras mujeres, activistas, artistas y amigas como Jane Fonda, Babette Mangolte, Etel Adnan, Kate Millet, Liliane de Kermadec o Simone de Beauvoir, ‘Las insumusas’ fue creciendo y logrando su objetivo.


Seyrig dejó un proyecto sin realizar, el de las Cartas a su hija de Calamity Jane, en el que reflexiona sobre la historia del cine y la relación entre mujeres de diferentes generaciones. El storyboard completo está presente en la magnífica exposición sobre ellas del Museo Reina Sofía. Basándose en lo rodado para esa película, Babette Mangolte ha estrenado en 2019 Calamity Jane y Delphine Seyrig. Una historia.


La historia de ‘Las insumusas’ está también recogida en el documental Delphine et Carole, disponible en Filmin, y fue ficcionada en 2015 por Catherine Corsini en La belle saison. La revolución que ellas comenzaron en los años 70 está ahora más viva que nunca.


 
 
 

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