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Toxicidad individualista

  • Foto del escritor: Ángela Fdez. de Diego
    Ángela Fdez. de Diego
  • 6 may 2019
  • 5 Min. de lectura

El 7 de febrero de 2018 se publicaba en elpais.com un artículo escrito por Carles Geli sobre la visita a Barcelona del filósofo surcoreano Byung - Chul Han que a través de varios conceptos conocidos por todos es capaz de desgranar hábilmente la sociedad en la que nos encontramos inmersos. Sus teorías suscitan más de una reflexión.

Byung - Chul Han nos presenta el infierno dentro de nuestra propia sociedad, el infierno acomodado del hiperconsumismo neoliberal, el infierno dentro de la burbuja en la que vivimos, nuestro modelo de sociedad ideal. Si la representación del sistema global de lo igual eran las Torres Gemelas, hace ya mucho tiempo que han derribado el sistema. El filósofo cree que esa es la metáfora que ilustra la brecha global del universo de lo igual. Eso es aceptable si suponemos que ha habido una brecha, quizá fue la consecuencia de encerrarse en un mundo propio excluyendo de él a todo lo diferente y categorizándolo como malo.


El mundo sigue en shock por aquel fatídico once de septiembre al que, aunque no con las mismas magnitudes, le han ido sucediendo otras fechas fatídicas a lo largo y ancho del mundo occidental. A partir de ese día, el mundo cambió. No necesariamente para mejor. Pero la sociedad infernal e hiperconsumista sigue aquí y evoluciona favorablemente avalada por los cambios tecnológicos y sociales. Se han creado nuevas formas de vida. Así que el infierno de lo igual sigue en pie y en constante cambio. Vayamos hasta Kuala Lumpur y tomemos como símbolo las Torres Petronas. Lo igual se impone de nuevo.


Y ese infierno nos obliga a exponernos continuamente solo a lo que nos gusta. Byung - Chul Han lo ejemplifica a través del binge watching, un fuerte ejemplo que ilustra muy bien su teoría. Es magnífico poder contratar Netflix por un módico precio al mes y tener a nuestra disposición un enorme catálogo de series, películas o documentales a los que no haremos mucho caso y que reproduciremos en nuestros ratos de descanso. Se generaliza así una forma de consumo masivo del audiovisual legal, pagando por los derechos de los creadores cuya obra disfrutamos. Un duro golpe para la piratería y las descargas ilegales.


Sin embargo, y a pesar de que Netflix es un gran contenedor de producciones -al igual que ocurre con HBO, Amazon Prime o plataformas similares-, si solo ves Netflix, te estás perdiendo muchas cosas. Todo lo que no esté en su catálogo también existe, también puede interesarte, pero no llegará a ti, porque no tienes tiempo o ganas de buscarlo fuera de allí. Además, la plataforma por la que pagas hará un estudio pormenorizado de tus gustos y tendencias hasta conseguir recomendarte lo que más te guste, es decir, hasta ordenarte qué ver. No lo dudes: eso es lo que terminarás viendo. De esta forma favorecen el visionado masivo de sus más recientes producciones, normalmente series de usar y tirar que les proporcionan muchos beneficios a corto plazo, generan un cierto fenómeno fan y les permiten continuar con el sistema.


Facebook o Instagram tampoco te van a mostrar contenido que no te guste. Para eso Facebook te da la opción de opinar "me enfada" o "me entristece". El material que te enfada y te entristece desaparecerá de tu tablón ahogado por el material que "te encanta" o "te alegra". En sus apartados de compras no te muestran ni un solo producto que no necesites o que ya tengas. Incluso saben qué tipo de ropa te pones. Sus algoritmos usan el big data magistralmente, nos conocen mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos.


No es nada nuevo. Hace años que las burbujas de filtros dirigen nuestras vidas. Google sabe dónde estamos y, si le dejamos, nos indicará cuánto tiempo nos queda para volver a casa, nos avisará del lanzamiento del disco de nuestro cantante favorito, nos recordará que tenemos un vuelo en dos días, incluso nos dirá el clima que nos encontraremos al llegar. Sin buscarlo, sin preguntarlo. Y el verdadero problema de todo esto radica en que, lejos de ser conscientes de la dominación, resulta demasiado cómodo que nos mimen tanto.


Torres Petronas (Kuala Lumpur)

Vivimos tan rápido que no nos queda otro remedio que admitir lo mucho que estas funciones nos facilitan la vida día a día. Desconectados estamos -literalmente- perdidos. Sobrevivimos encerrados en un ambiente de control absoluto y de estrés máximo. No tenemos tiempo para nada, ni siquiera para nosotros mismos. La angustia y la ansiedad son compañeras de vida y no hacemos nada por librarnos de ellas. Al contrario, nos autoexplotamos (por si fuese poco la explotación ajena). Nos exigimos más de lo que podemos hacer. Nos hundimos solos. Nos aislamos. Terminamos habitando una burbuja en la que la interacción con el otro ya no será humana. Es un sistema que se retroalimenta, una bola de nieve que nos exige actividad social pero nos impide socializar. Trabajamos y consumimos, consumimos y trabajamos. Favoreciendo que el consumismo termine por dejarnos sin trabajo, por reemplazarnos.


Este individualismo tóxico sale adelante porque reemplazamos nuestras relaciones con "me gustas" hacia lo que se parece a nosotros. Nos gusta lo que somos o lo que nos gustaría ser. A menudo rechazamos la realidad y vivimos en nuestro propio mundo ideal en el que, si no nos esforzamos, la sobreexposición al mundo real nos aleja por completo de él. No vemos a los demás y miramos hacia nosotros mismos, en el espejo o en el reflejo de la pantalla en negro frente a la que pasamos todo el tiempo. El infierno de lo igual está formado por individuos más narcisistas que el propio Narciso, que tienen más lugares en los que idolatrar su propia imagen.


Y al final, todos los individuos somos iguales. Porque todos compramos lo mismo, consumimos las mismas cosas, vemos las mismas series, estamos expuestos a las mismas imágenes, escuchamos las mismas opiniones... El deseo por diferenciarse nace únicamente con el fin de comercializarse, lo que ya nos obliga a partir del hecho de que somos iguales. Es una igualdad infernal que polariza a la sociedad generando una enorme brecha de desigualdad. O estás dentro del sistema o no existes.


Cuando el capitalismo comercializa lo diferente es con la intención de crear tendencia, un movimiento en favor de ese nuevo camino. Eso le permite desechar lo anterior para volver a plantearlo como el cambio radical cuando todos nos hayamos acostumbrado a lo que nos dijeron que era diferente. Es muy sorprendente lo que Byung - Chul Han plantea sobre los refugiados. Son para nosotros una carga y una envidia. Todo lo relacionado con ellos pertenece al grupo de contenido que "nos entristece" en Facebook y son la parte del sistema que no existe porque no está dentro de nuestra fabulosa burbuja neoliberal. Pero son lo diferente, les envidiamos porque suponen algo nuevo, así nos vamos de vacaciones a sus países: reporta más likes una foto en la costa mediterránea no europea que en el centro de Londres.


Nos creemos que vivimos en el paraíso siendo los protagonistas de un infierno. Byung - Chul Han le da nombre al lugar: "el infierno de lo igual" que nos domina y nos homogeniza de forma inconsciente, nos separa de la realidad para mirar hacia nosotros mismos sin dejar que nos veamos realmente. Tampoco vemos a los demás aunque nos creemos muy cerca de ellos, muy conectados. Estamos perdidos y angustiados, pero al no tener tiempo para reconducir nuestra forma de vida, no nos queda otra opción que preguntarle a Google cómo llegar a nuestro destino.

 
 
 

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