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Lo sexual es político

  • Foto del escritor: Ángela Fdez. de Diego
    Ángela Fdez. de Diego
  • 8 sept 2019
  • 4 Min. de lectura

En su ensayo Política sexual, Kate Millet entiende el patriarcado como una institución perpetuada gracias a la política. Pretende demostrar que el sexo es una simple categoría social y una labor de explotación en la que la política influye más de lo que podríamos pensar. Dado que la política es la que marca la dirección del sistema, los grupos que carecen de representación en las estructuras políticas reconocidas, son los grupos oprimidos y sometidos. Millet propone retratar el carácter patriarcal de nuestra sociedad a través de una serie de campos a analizar: los aspectos ideológicos, los biológicos, los psicológicos, la influencia de la clase social, los económicos y educacionales, la fuerza, los antropológicos y los psicológicos. Y todo esto constituye solo una parte de un extenso análisis sobre la política sexual de nuestros días -aún muy de actualidad- que sirve de base para entender todo lo que le sucede. Aquí queda claro la dominación incontestable del patriarcado y su influencia hasta en lo más insignificante de la sociedad. Es un sistema que nos invade universalmente desde los orígenes de nuestra especie.

Una de las estructuras políticas en las que la mujer carece de representación es en el sistema de gobierno más extendido en el mundo occidental desarrollado: la democracia, una forma de gobierno deficiente, según Kate Millet, que, además, goza de una aceptación general por parte de todos los ciudadanos. Dentro de las democracias se enmarcan casi la totalidad del resto de problemas que a continuación se describen.


En el apartado de aspectos ideológicos remite a las teorías de Hannah Arendt (y sus referencias serán una constante a teorías y estudios recientes refrendando los temas que aborda). Comenta el "temperamento dominante" tradicionalmente asociado al hombre frente a una mujer pasiva e ignorante en la que no hay ni un resquicio de inteligencia, fuerza, eficacia o agresividad, todas ellas cualidades viriles. Aunque algunas de estas características han ido variando de género asociado, en el hablar popular aún se entienden la fuerza y la dominación como poderes inherentes a los hombres, que parecen nacer con ellos, diferenciándose así de la debilidad femenina.


Los aspectos biológicos ponen en evidencia la diversidad de temperamentos creados por el patriarcado, estereotipos sexuales sin bases biológicas demostradas. Aquí deja claro Millet la diferencia esencial entre los conceptos de sexo y género: presenta el género como una estructura cultural de la personalidad de acuerdo a la categoría sexual. Las opresiones surgidas contra unas ideas tan simples nacen desde el patriarcado, un sistema que se alimenta a través del estricto control sobre sus víctimas.


En cuanto al ámbito sociológico se centra en tres pilares fundamentales: la familia, la sociedad y el Estado. La presencia de la mujer es casi inexistente en cada una de ellas e incluso va decreciendo conforme nos vamos refiriendo a estructuras más decisivas. Comienza aquí una temática asegurada en cualquier trabajo feminista que se precie: la dominación y propiedad del hombre sobre la mujer. A ella se le otorgan las labores del hogar y la obligación de consentir ante los requerimientos sexuales del hombre, mientras que la única obligación de él es el mantenimiento económico del conocido como sexo débil. Como estos ámbitos no se manifiestan de forma aislada, la clase social es otra variante de influencia a tener en cuenta, y en ningún estrato en el que se pueda enmarcar a la mujer, logra superar la brecha patriarcal que lo inunda todo de machismo. Vivo retrato este de las bases sobre las que se cimientan los actuales problemas de nuestra sociedad, tantos años después.


Es esto un suma y sigue de desigualdades que siempre afectan al mismo sector de la sociedad: un sector mayoritario formado por las mujeres y por los jóvenes, a los que les atañe enormemente por ser los responsables de coger el relevo que garantice perpetuar el sistema. Todos los comentarios que deja aquí Millet constituyen en sí mismos una denuncia en pos de la esperada igualdad que algún día se conseguirá. Las mujeres disfrutan de un sueldo menor que los hombres pese a tener un nivel mayor de educación, siendo candidatas preferentes en los trabajos de tipo servil. Estas imposiciones sistemáticas del patriarcado hacia la mujer traen consigo que todavía hoy se les atribuya las labores de cuidado a dependientes, limpieza o secretaría.


Otros aspectos como la literatura misógina desde sus orígenes, la pornografía, los tabúes que rodean la mística del cuerpo de la mujer, la religión ("El patriarcado tiene a Dios de su parte", dice Millet), el lenguaje...todo ello y su dualidad moral con respecto a la mujer, teje una red cuyo alcance ha conseguido sobrevivir hasta nuestros tiempos calando profundamente en generaciones y generaciones de jóvenes que, poco a poco, comprenden el engaño de todo esto. Al patriarcado se le acaban sus días y su alcance dejará de ser tan universal, hasta terminar por verse reducido a su mínima expresión.


Por eso, la conclusión de la Política sexual de Kate Millet es la archiconocida frase: "Lo personal es político". Y es así porque, hoy más que nunca, también lo sexual es político.




 
 
 

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