Las niñas no son nada
- Ángela Fdez. de Diego
- 1 may 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 11 jun 2019
"Las niñas no son nada", le contestó un amigo de sus padres a Concha Méndez cuando ella le manifestó que de mayor quería ser capitán de barco. El señor les había formulado a sus hermanos la típica cuestión "¿qué queréis ser de mayores?", pero no a ella porque, ya se sabe, "las niñas no son nada".
Pasaron algunos años hasta que por sí misma Concha Méndez, quizá ya con la anécdota relegada al olvido, llegó a lo más alto. Resonó su nombre, quedó grabado negro sobre blanco en toda su obra. Concha Méndez es una de las más brillantes escritoras que ha dado nuestro país. Pertenece a la generación del 27, esa de la que solamente nos han enseñado nombres de hombres. Ellos son los que aparecen en la foto y en las antologías. Ellos son los brillantes. Ellas no existieron.
Concha Méndez no fue capitana de barco pero hoy se la recuerda como una de las Sinsombrero, liberándola de ser simplemente la mujer de Manuel Altolaguirre. Su obra poética es muy extensa, también fue muy exitosa su tarea como dramaturga. En Memorias habladas, memorias armadas se recopila la vida de esta inolvidable mujer.
Borramos constantemente a las mujeres de nuestra historia. Repaso mis libros de texto, de primaria a bachiller pasando por secundaria y en todos mis años de educación obligatoria y de instituto no hay ni rastro de ninguna. En ningún campo. Ni un comentario. Ni una simple mención. Nada. Las mujeres no son nada.
Elvira Lindo ha escrito 30 maneras de quitarse el sombrero. Maruja Mallo y Marrgarita Manso, de las que, por supuesto, tampoco nunca nos han contado nada, acompañaban a Dalí y a Lorca (a estos sí los conocemos todos) cuando en plena Puerta del Sol cometieron el acto más contestatario nunca visto: se quitaron el sombrero. Así dieron nombre a toda su generación olvidada. Ese sombrero opresor que cubría el cabello de todas las mujeres al salir a la calle es el símbolo de la revolución.
De Las Sinsombrero solamente podemos leer aquí el capítulo de Concha Méndez, pero el libro está repleto de anécdotas e historias fascinantes de mujeres de antes y de ahora a las que ojalá nunca se logre acallar. Ellos escribieron cosas maravillosas, eran artistas inigualables pero ellas hicieron historia en su momento rompiendo las barreras con las que se encontraban por ser mujeres, igualándose a sus compañeros, creando una producción artística mucho más valiosa que la de sus homólogos hombres. Si en su momento se reconoció, es inadmisible que ahora se evite parte de la historia.
La antología de la generación del 27 con la que me examiné para la prueba de acceso a la universidad no incluía, de entre sus diez figuras, a ninguna mujer. Recalcando la ausencia de ellas con una fotografía que parecía refrendar el monopolio masculino para la mejor producción poética de nuestra historia. No es tarde nunca para aprender la verdad. Ellas son, entre otras, María Zambrano, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín, Concha Méndez, Maruja Mallo o Margarita Manso.
Aparecerán en los libros de texto, sus obras serán conocidas por todas las generaciones de niñas que podrán aspirar a ser lo que les dé la gana ser. Las niñas son lo que sueñen ser y no permitirán que nadie les diga lo contrario porque tendrán poderosos referentes en los que basar sus anhelos. No podemos hacer más que aprender de todas ellas.

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