Entre cintas y polvos
- Ángela Fdez. de Diego
- 16 jun 2019
- 3 Min. de lectura
Arrebato es una película sobre el cine y las drogas, reflejo de la vida de su creador. Es una de las pocas películas de culto del cine español y un film adictivo sobre dos peculiares personajes a los que su pasión por el séptimo arte y los estupefacientes les provoca una sensación dolorosa y elevada, un salto al vacío que les permite crear.
La película de Zulueta es de una sencillez perfecta cuya trascendencia pasará a la historia. Arrebato es un relato inquietante y terrorífico en el que el cine es la vida, el sentido de la existencia de sus protagonistas. José es un director de cine frustrado que acaba de terminar una de sus películas pero no está demasiado satisfecho con el resultado. Le llega a su casa un misterioso paquete que le envía Pedro, un chico con síndrome de Peter Pan obsesionado por el cine, que se filma a sí mismo mientras duerme. A los dos les une su adicción a la heroína.
La película de José es una historia de vampiros, un detalle significativo que nos llevará finalmente a pensar que los vampiros son en realidad ellos. El tercer personaje es Ana, la novia de José y protagonista de sus películas, también adicta.
Arrebato es de un pesimismo perturbador, una fábula sin moraleja, como diría la crítica. Reflejo de una generación destruida por las drogas en los inquietantes años 80. Por los problemas que surgieron en su producción y el desastre en taquilla, es considerada como una película maldita. Representa todo un viaje envenenado a una mágica infancia de sueños felices y anhelos a la que los personajes desean volver constantemente a través de su obra.
Son personajes alienantes que se retratan según avanza el laberíntico film. Arrebato es la historia de Pedro a través de sus cintas y grabaciones, con las que consigue arrastrar a José, con quien comparte muchas más cosas de las que ellos creen. José se encuentra en un momento de frustración artística que describe en una frase premonitoria: "No es a mí a quien la gusta el cine, sino al cine al que le gusto yo". Por eso Pedro necesitará de su ayuda para encontrar el ritmo preciso, "¿sabes qué hacer con la pausa?", le preguntará a José. Él solo es capaz de crear imágenes temblorosas que muestran todo lo que le rodea, que le desesperan.
Ese ritmo preciso que necesitan lo alcanzan a través del éxtasis, de las drogas y del cine, que también es, en cierto modo, una de sus drogas. Su experimentación creativa lleva a Pedro hasta la locura, al límite de su ser, con José como testigo y espectador de ello. Ninguno de los dos logrará alcanzar la salvación, simplemente detienen el tiempo gracias al caballo.
Además de las drogas, el sexo es otro de los temas principales de la película. La heroína le arrebata la posibilidad de tenerlo a José, en contraste con Pedro que, aunque asegura lo contrario, termina por confesar que se acuesta con su prima. Veremos en los flashbacks que narra en su cinta sus experiencias en Madrid en las ocasiones en que su estado le permite socializar mínimamente. Es consciente de sus altibajos pero no es capaz de controlarlos, volcando toda su atención en los fotogramas rojos que genera su cámara. Una historia cuyo final involucra directamente a José.
Los misteriosos fotogramas rojos son los que le dan esa pausa que buscó durante tanto tiempo, inicia así su particular sendero hacia la gloria que le hace encontrar su ritmo y convertirse en cómplice de su propia creación, viviendo a su servicio. Sus intenciones de comerse el mundo se ven frenadas rápidamente por la necesidad de ese fulminante placer adicional sin el que es incapaz de ser, de sentir. El calor que les inyectan sus polvos les despojan de las ropas y de sus vidas, les arrebatan el poco tiempo del que disponen para saciar sus deseos.
Las noches vampíricas por Madrid; el característico abrigo de Pedro que se pondrá finalmente José para ir a recoger sus últimas cintas; su cámara grabando sin descanso, estática; las cuatro paredes de su apartamento; la goma que le regala José y que siempre tendrá entre las manos; los ojos cegados y el cine creando su propia realidad, captando su reflejo y robando lo que queda de ellos, son los elementos que representan en la película la vida arrebatada de dos soñadores que hicieron cine sin darse cuenta, mientras dormían.
"Ahora es ahora" sentencia Ana. Aquel ahora se les pasó a los tres entre cintas y polvos.

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