EnREDados
- Ángela Fdez. de Diego
- 12 jun 2019
- 4 Min. de lectura
A menudo se debate sobre la influencia que internet y especialmente las redes sociales ejercen sobre nuestras vidas. En un artículo escrito por José Antonio Marina para El confidencial titulado ‘¿Estamos enredados en la red?’, el filósofo reflexiona sobre el almacenamiento del conocimiento en la red y las consecuencias de su uso por parte del usuario. Comienza dejando caer sobre nuestras mentes la imagen de unas marionetas a las que un ente superior controla para que den espectáculo sobre el escenario. Un espectáculo que imita a la vida pero se camufla tras las artes de la representación. ¿Es ese poder el que ejerce la red sobre nosotros? ¿Estamos siendo dirigidos?
La respuesta es un sí rotundo, llegando a hablar, citando a otros autores, de conceptos tan fuertes como el "totalitarismo cibernético". La invasión de las redes nos confunde hasta hacernos incapaces de diferenciar lo verdadero de lo que no lo es. En este sentido el ejemplo más claro y más discutido es la enorme cantidad de fake news que navegan constantemente por las redes sociales y que gozan de una capacidad de influencia y de un nivel de credibilidad preocupante desde el punto de vista del usuario. Vivimos controlados y engañados por las redes. La sociedad en la que el acceso a la información está en la palma de nuestra mano se ha convertido en una sociedad completamente desinformada y por tanto, errada en sus opiniones a menudo no fundamentadas.
Robert Morris presenta las reglas de la seguridad informática en tres sencillos pasos. Mantenerse inmune a toda esta revolución es tan simple como: no tener ordenador, no encenderlo y no usarlo. Esto es, resulta imposible escapar de la red mundial que nos enreda a no ser que no participemos de ella. No participar es del todo imposible actualmente, no participar significa estar desconectado, no existir en cierto sentido. Todos de una forma u otra pertenecemos a la red. A no ser que seas amish, admítelo, estás enredado en la red.
Se cita en el artículo una lista de diez razones por las que abandonar las redes creada por Jaron Lanier. Entre algunas de las razones está la pérdida de libertad, que las redes sociales te hacen un idiota, destruyen tu empatía, minan la verdad, hacen que tus palabras no importen, te hacen infeliz, convierten la política en tarea imposible...en definitiva, te odian. Las redes sociales explotan al individuo, lo exprimen hasta lograr el máximo beneficio con su información. Los dueños de la red la usan para vender nuestra información. Es un negocio opaco que nos alcanza a todos los niveles. Vivimos engañados creyendo ser prosumidores activos dentro de una red cercana e influyente y realmente somos sujetos utilizados por el poder de la red a favor de sus propios intereses.
Lejos de igualar a las personas y hacer del mundo un lugar mejor, las redes consiguen volver a dividir al panorama mundial en dos partes desiguales: los poderosos y los oprimidos, controladores y controlados, influencers e influidos. Las redes nos hacen prisioneros, nos engullen, generan adicción y nos mantienen conectados constantemente, en alerta, sin casi capacidad de disfrute o de concentración. Nuestra atención se centra en chequear las pantallas y comprobar qué está pasando en el mundo virtual. Nos hacen infelices por encadenarnos a vivir una vida paralela, una vida bajo la luz azul de las pantallas, emocionalmente dependiente del feedback del resto de usuarios, buscando el protagonismo y la notoriedad pública, luchando por conseguir crear comunidad. Lejos de ser un altavoz, termina por ensordecernos, controlado el contenido que vemos o que no, nuestros movimientos, gustos o intereses, influyendo en nosotros en todos los aspectos de nuestra vida. Incluso la política, como dice Lanier, se convierte en un espectáculo más pendiente de los movimientos en redes que de lo verdaderamente importante. Ahora se juega a la política en Twitter, que controla los temas a tratar en la mayoría de los parlamentos. No hay más que ver la frenética actividad de Donald Trump, por ejemplo.
Hay algunos conceptos en el texto que podrían parecer halagüeños como "sabiduría de las multitudes", "inteligencia distribuida", "sabiduría de los mercados", "evolución espontánea"...pero que realmente esconden detrás de ellos un inmenso negocio de control de la información al que es necesario plantarle cara. Aunque es cierto que las redes nos facilitan la existencia en muchos sentidos y nos producen grandes satisfacciones inmediatas, también es cierto e innegable que producen una fuerte dependencia completamente innecesaria. Antes de internet supimos sobrevivir y no estábamos mucho más informados de lo que estamos ahora.
Todos tenemos un dispositivo inteligente con nosotros, el mayor problema ya no lo representa el ordenador, sino que hay una enorme gama de productos (comenzando por el smartphone conectado las 24 horas del día, los 365 días del año) que nos controlan. Cada vez que accedemos a la red desde cualquiera de ellos (es muy habitual ya el consumo de internet desde tabletas o incluso televisiones) aceptamos unas condiciones de privacidad, unas cookies, una serie de fundamentos que generalmente no leemos y que da permiso a nuestros dispositivos para acceder a nuestros contactos, mensajes, información, localización, fotografías, cámara y micrófono. Las aplicaciones usan todo esto para controlarnos en tiempo real, escucharnos y saber qué deseamos, dónde o con quién estamos, qué buscamos, qué es lo que estamos haciendo...Nos cambian la vida con sus soluciones pero nos controlan y dirigen bajo nuestro propio consentimiento.
Como dice Marina, los usuarios somos simples nodos, pero eso nos convierte en la pieza más importante del puzle. Aunque estemos convirtiéndonos rápidamente en insignificantes e irrelevantes para la gigantesca red, son los nodos los que la mantienen unida y conectada. Y es que la red no es una red de conocimiento, es una red de información a la que los usuarios acceden para interpretarla y convertirla en útil y aplicable, hacerla realidad. Por tanto la inteligencia humana juega un papel decisivo en este intercambio. El autor quiere ser claro en este sentido y señalar la importancia que tiene el que todos seamos conscientes de ello. La educación tiene la tarea de fortalecerse, modernizarse y lograr hacer frente a esta nueva situación, haciendo conscientes a todas esas personas, que son los nodos, de la importancia vital que conlleva tener independencia y pensamiento crítico propio. Es la defensa más fuerte contra la red invasora.
Conscientes del problema, sin renunciar a las facilidades que la red nos aporta en nuestra vida, debemos reivindicar nuestra relevancia como usuarios, nodos que le dan sentido a la red y sin los que no sería nada. Hacernos más fuertes contra su control totalitario y lograr cortar el hilo que nos convierte en sus marionetas.

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