El legado de la lucha
- Ángela Fdez. de Diego
- 1 jul 2019
- 4 Min. de lectura
Muchos son los estudios y las historias que abordan la época en la que la esclavitud era la principal actividad económica para un país como Estados Unidos. Sin embargo, muy pocas de esas obras prestan atención a la situación de las mujeres que sufrieron el sistema esclavista. Insiste Angela Davis en la necesidad de un testimonio que dé voz a la experiencia de todas ellas.
El trabajo esclavista despoja a las mujeres negras de toda cualidad concerniente a su género y las diferencia irremediablemente de sus homólogas blancas. Su destino desde el nacimiento se caracteriza por el trabajo doméstico y el agrícola. A esta opresión igual a la de sus compañeros hombres hay que añadirle la violencia sexual que recaía sobre ellas y la consideración de muchas como simples "paridoras".
Los hombres, las mujeres y los niños estaban igualados en cuanto a su valor como mano de obra. Pero las mujeres, víctimas de brutalidades extremas, se llevaban la peor parte. Si en alguna ocasión el trato hacia los esclavos era más considerado, se debía más a razones productivas que a cuestiones humanitarias. La mujer esclava estaba despojada de todos los símbolos de feminidad, reduciéndola así a la inferioridad más aplastante.
Angela Davis comenta en 'El legado de la esclavitud' -primer capítulo de su obra Mujeres, raza y clase (1981)- los ensayos de varios autores sobre la familia negra y la función de cada uno de sus miembros bajo el sistema esclavista. Apunta que solo en la vida doméstica encontraban un resquicio de tiempo para sentirse como seres humanos. La igualdad sexual del régimen esclavista y la consecuente situación para las mujeres, las empodera a través del esfuerzo, el trabajo y el sufrimiento. Se construyen como guerreras gracias a la igualdad con los hombres en la resistencia.
La condición de salvajes que se les imponía a los esclavos recaía mucho más cruelmente contra las mujeres, siempre las más oprimidas dentro de la propia opresión. Los estudios, ensayos, testimonios e historias que abordan aquel sistema que reinó durante tantos años como una de las más beneficiosas actividades económicas para el país, olvidan las voces de las mujeres y deja al margen las consecuencias de un duro trato relativamente distintivo con respecto a los hombres.
Las exigencias de la esclavitud convierten a la mujer negra en trabajadora por encima de todo y la despojan de toda cualidad asociada a su género, separándolas de la idea de feminidad instaurada entre las mujeres blancas, alejadas así del trabajo fuera de los hogares. El trabajo doméstico y el agrícola marcaban la vida de las mujeres esclavas. Las tareas de amas de casa y madres recluían a las mujeres "libres" blancas entre las paredes de sus casas.
Aunque desde la perspectiva actual, la imagen que representa el sistema esclavista es la vida de duro trabajo en los campos y explotaciones agrarias, la servidumbre es también una práctica esclavista muy extendida. La opresión de las mujeres era igual o mayor a la opresión de los hombres esclavos, lo cual les permite alcanzar, por debajo, la tan esperada igualdad entre géneros. Sin embargo, la lacra procedente de los abusos sexuales era un lastre que recaía con fuerza sobre las mujeres, esclavizadas no solo como mano de obra sino también como vientres.
La maternidad esclavista es una característica que afectaba directamente a las mujeres, pero los niños, las mujeres y los hombres servían como mano de obra sin distinción alguna en cuanto a su valor en el mercado. Los esclavos eran equivalentes al ganado, incluso se consideraba que el empleo de esclavos rentabilizaba considerablemente la actividad con respecto a la explotación de animales para la misma tarea.
Aunque siempre existe algún motivo que justifique la reducción de la mujer a categorías humanas inferiores, Davis considera que la esclavitud genera en la mujer negra un empoderamiento procedente de su sufrimiento, de su trabajo y de su revolución contra el sistema opresor. Siendo conscientes de su situación deshumanizante, fueron muchas las que se rebelaron por su libertad. A pesar de que no faltan quienes critican un sistema de matriarcado negro esclavo para favorecer una estructura patriarcal considerada más correcta, la importancia social de la mujer negra favorece la igualdad sexual entre hombres y mujeres.
Como apoyo indiscutible a la necesaria reconstrucción de la propia identidad, Davis reconoce la importancia de la educación entre los esclavos, indispensable para formar a seres libres y competentes, consecuentes con unos principios derivados de su situación infrahumana. Iguales todos en la resistencia, se denuncia abiertamente en el texto la violación como "arma de terrorismo político de masas" en el sistema esclavista y en posteriores conflictos históricos muy presentes en la historia reciente del mundo. La coerción sexual contra las mujeres ha sido silenciada en todos los estratos de la sociedad y se ha justificado históricamente bajo el nombre de "mestizaje".
Negras, blancas, esclavas o libres, todas ellas mujeres pero no iguales. Sus situaciones las diferencian irremediablemente, la herencia transmitida a las siguientes generaciones conforma un legado de mujeres resistentes, luchadoras por la igualdad, guerreras pertenecientes a modelos para una nueva feminidad.
Sin ánimo de banalizar la gravedad del sistema esclavista, lo cierto es que actualmente, en los países más desarrollados del mundo, se sigue considerando una actividad mucho más rentable precarizar el trabajo humano más talentoso frente a la posibilidad de invertir en desarrollo tecnológico que favorezca la producción y las condiciones laborales humanas. En esto salen perdiendo también las mujeres, presas de un sistema que las minusvalora con respecto a sus compañeros hombres, siendo víctimas de la desigualdad salarial y de un techo de cristal que no les permite llegar a donde sí pueden optar quienes nacieron formando parte del sexo fuerte.
Y claramente la toma de conciencia con respecto a nuestra situación nos hace también conscientes de la necesidad de la lucha. Una lucha de mujeres para no dejar a ninguna fuera de los logros conseguidos, para que no sea una mujer quien tenga que limpiar los cristales que caen cuando otra logra romper ese techo que tanto nos oprime. La lucha feminista es una lucha transversal que pretende alcanzar todos los recodos de la sociedad y a todos los colectivos que la conforman. Una idea tan radical como la de igualarnos en derechos indistintamente de nuestra pertenencia a una u otra clase, género o raza.

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