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El biberón

  • Foto del escritor: Ángela Fdez. de Diego
    Ángela Fdez. de Diego
  • 22 ago 2020
  • 3 Min. de lectura

1787. Madrid, España.


Nace la Junta de Damas de Honor y Mérito, una sociedad filantrópica formada únicamente por mujeres y ligada a la Sociedad Matritense de Amigos del País fundada doce años antes. Entre los intelectuales que formaban parte de esta última se encontraban, con el vivo afán de mejorar la España de la época, gentes tan ilustres como Pedro Rodríguez de Campomanes o Gaspar Melchor de Jovellanos. El apartado de esta sociedad al que se relegó a las mujeres, la mayoría familiares de los fundadores de la organización principal, fue la Junta de Damas, de la que entraron a formar parte distinguidas personalidades como la duquesa de Osuna, María Josefa Alfonso Pimentel y Téllez-Girón, María Isidra Quintina de Guzmán y de la Cerda o Josefa Amar y Borbón. Todas intelectuales y abiertas defensoras del talento de las mujeres.


Hoy en su página web se puede leer lo siguiente sobre las primeras acciones de la organización: "Sus reivindicaciones en pro de la igualdad, de ser consideradas como socias de pleno derecho de la Matritense, constituyeron una pionera manifestación feminista, en favor de los derechos de las mujeres (...). En algunos periodos de su dilatada historia constituyó un foro de discusión y debate al estilo de las academias científicas ilustradas. Sin perder de vista el compromiso cívico, en sus sesiones se debatían las novedades culturales y científicas, especialmente en medicina y educación.


>>La Junta de Damas no fue nunca ajena a la realidad social y evitando los proyectos utópicos irrealizables, con la mira puesta en la protección de las mujeres más desfavorecidas, contribuyó a mejorar, con sus escasos medios, la sociedad. En cierta manera, el asociacionismo femenino de origen ilustrado cubrió, por primera vez, en centros ajenos a la Iglesia, todos los espacios vitales femeninos: el embarazo y el parto, el cuidado a la infancia, las niñas desvalidas, la educación de las jóvenes, el trabajo de las mujeres y las ancianas enfermas y pobres. Sin olvidar tampoco a otros colectivos marginados como las presas, a las que intentaban sacar de la pobreza y la delincuencia."


Mientras las decisiones de la organización masculina abordaban a grandes rasgos las investigaciones y propuestas para mejorar la economía del país, haciendo interesantes aportaciones en lo que respecta, por ejemplo, a la reforma agraria, la Junta de Damas centró su atención en la Inclusa de Madrid y su alta tasa de mortalidad infantil. Se propusieron como objetivo principal evitar la muerte de tantos niños huérfanos abandonados en los hospicios públicos. Tras impulsar la actividad de las nodrizas, sin ser esto suficiente para cubrir la lactancia de todos los bebés, buscaron métodos alternativos de alimentación por toda Europa.


Tal como cuenta Manuela Carmena en su libro A los que vienen, "llegó desde Viena un instrumento que se convertiría en algo absolutamente determinante para nuestra sociedad actual: el biberón". No sabemos si fueron ellas las responsables de introducir el aparato en España, pero lo cierto es que fueron capaces de reducir la preocupante mortalidad entre todos aquellos niños. Sin apartar la vista de la cotidianidad y la realidad más cercana, las decisiones de este grupo de mujeres fueron de una importancia vital -en su acepción más literal- para muchas generaciones de niñas y niños. Una valiosísima labor en defensa de los derechos de las mujeres de la época, la protección de la maternidad y de la supervivencia y crecimiento sano de los más pequeños.


La dirección de la inclusa pasó a ser de su responsabilidad a partir de 1799, al igual que ocurrió con el Colegio de Nuestra Señora de la Paz de huérfanas y desamparadas y de la Casa de Maternidad en 1860. Entre sus iniciativas se encuentran también la creación de la Escuela de Enseñanza Mutua para niñas en 1818, de la Escuela Normal de Maestras de Madrid en 1858 y del Asilo de los Hijos de las Cigarreras en 1871.




 
 
 

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