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98, 14, 27

  • Foto del escritor: Ángela Fdez. de Diego
    Ángela Fdez. de Diego
  • 8 ago 2019
  • 3 Min. de lectura

Tres años que marcan tres generaciones, las tres que condensan la que probablemente es la más brillante producción literaria de todos los tiempos en nuestro país. Cada una de ellas une a maravillosos artistas, literatos, políticos y hombres influyentes con una leyenda tras ellos con la que se han ganado el privilegio de pasar a la historia para siempre.


A finales del siglo XIX, el desastre colonial que marca al país, sume en una profunda tristeza, desesperación y pesimismo a los personajes intelectualmente más influyentes del momento. Su profunda conciencia moral en cuanto al destino del país -que no pintaba nada bien- hizo que hoy todos conozcamos los nombres de Azorín, Pío Baroja, Unamuno, Ramiro de Maeztu, Antonio Machado o Valle-Inclán, algunos de los componentes de la conocida como generación del 98.


Con muchos cambios a todos los niveles, al iniciar el nuevo siglo triunfaban en España las nuevas corrientes culturales denominadas ismos, que inundaron casi por completo la producción artística de esas décadas. Alfonso XIII tomó posesión de su trono en un marco de clara y preocupante inestabilidad política y en muy pocos años se sucedieron los problemas, no solo en España, sino también a nivel mundial: la Semana Trágica de Barcelona, la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa o la guerra de Marruecos y el Desastre de Annual. A estos dos últimos episodios les siguió el escándalo del Expediente Picasso, desórdenes callejeros, terrorismo y pistolerismo. Terminó todo en un golpe de estado, el de Primo de Rivera, que instauró una dictadura militar en 1923.


Entre todos estos acontecimientos no pasó desapercibida la labor ejercida por quienes son conocidos como la generación del 14, encabezada por Ortega y Gasset y formada por Eugenio D'Ors, Manuel Azaña, Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala, Wenceslao Fernández Flórez, Salvador de Madariaga, Juan Ramón Jiménez o Ramón Gómez de la Serna, entre otros. Muchos serían después protagonistas del futuro político que estaba por llegar.


Y en el paso de los felices 20 a los turbulentos 30 está la generación del 27, el mítico grupo que se conoció en un homenaje a Góngora y terminó deshecho por los horrores de la guerra y marcado por el exilio y la tragedia. Forman parte de esta magnífica coincidencia de autores los archiconocidos Federico García Lorca, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Manuel Altolaguirre, Juan José Domenchina o Emilio Prados.


Imposible enumerar el número de obras que produjeron tan insignes hombres. Simplemente con leer sus nombres podremos recordar más de un título estudiado en la escuela como cultura general imprescindible para enmarcar más de un epidosio importante de nuestra historia más reciente. Pero a todos nos falla el subconsciente al pensar en estos años tan lejanos y a la vez tan presentes en lo que es ahora nuestro país y nuestra literatura. Ilustramos aquellos tiempos con las imágenes de estos hombres por haber recibido una educación sesgada, desviando nuestra atención hacia la importancia de lo que escribieron ellos y relegando al olvido la opinión de ellas.


El proyecto crossmedia de Las Sinsombrero ha conseguido recuperar esa memoria y crear conciencia. En parte gracias a su gran labor hoy sabemos un poco más de las mujeres que formaron parte de la generación del 27. Pero ellas no son todas las olvidadas. En los años en los que mayor eco tenían las voces de la generación del 98, sonaban con fuerza nombres de artistas como Carolina Coronado, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, Rosario de Acuña y Villanueva, Faustina Sáenz de Melgar, Carmen de Burgos, Dolores Moncerdá, Carmen Karr, Catalina Albert, María Lejárraga, Sofía Casanova, Regina de Lamo, María de Maeztu, Blanca de los Ríos, Concha Espina, María Goyri o Carmen Baroja.


Las conocidas novecentistas Zenobia Camprubí, Clara Campoamor o Victoria Kent son contemporáneas a sus colegas de la generación del 14 y su labor sentó las bases de la igualdad en este país, permitiendo avanzar con pasos de gigante hacia la libertad y los derechos de las mujeres. Algunas de Las Sinsombrero, de las que cada día se habla un poquito más y a las que entre todos lograremos rescatar del olvido, son María Zambrano, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín, Concha Méndez, Maruja Mallo o Margarita Manso.


A cada una de ellas -y son muchas más- les acompañan historias admirables de lucha y superación. Cada una merece su tiempo y espacio en los libros de historia, las antologías, manuales y enlaces web. Queda mucho trabajo para alzar la voz de quienes fueron acalladas por su condición de mujeres pese a firmar producciones mucho más brillantes e influyentes que las de sus compañeros hombres.


La reflexión ya la hacía Lidia Falcón en uno de sus artículos para El País en el que precisamente arrojaba un poco más de luz sobre las mujeres de la generación del 98 en la conmemoración de su centenario: "¿No son demasiadas para olvidarlas a todas?".




 
 
 

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